El efecto persistente de la contaminación del aire respirado, en un
proceso silencioso de años, conduce finalmente al desarrollo de
afecciones cardiovasculares agudas, como el infarto. Al inspirar
partículas ambientales con un diámetro menor de 2,5 micrómetros,
ingresan en las vías respiratorias más pequeñas y luego irritan las
paredes arteriales. Los investigadores hallaron que por cada aumento de
10 microgramos por metro cúbico de esas partículas, la alteración de la
pared íntima media de las arterias aumenta un 5,9 %. El humo del tabaco y
el que en general proviene del sistema de escape de los autos producen
la misma cantidad de esas partículas.
Otro de los efectos es el debilitamiento de la capa de ozono, que
protege a los seres vivos de la radiación ultravioleta del Sol, debido a
la destrucción del ozono estratosférico por Cl y Br procedentes de la
contaminación; o el calentamiento global provocado por el aumento de la
concentración de CO2 atmosférico que acompaña a la combustión masiva de
materiales fósiles.
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